Por: Larry Márquez
Peralta - @larrypoetaloco
Mi barrio, así se llama La Coromoto y se encuentra ubicado al final de la avenida San Martín en Caracas, es un barrio con un poco más de 60 años de fundado, en él, han nacido y habitado muchas figuras reconocidas a nivel nacional en el deporte, artes, política y lucha social. Desde su nacimiento, la cultura fue clave en su desarrollo, pero como todos los barrios de Caracas, el ritmo predominante para escuchar o bailar siempre fue y ha sido la eterna salsa
Eran los años ´70 y ´80, cuando se hacían los llamados templetes de carnavales, aniversarios del barrio o eventos especiales donde fuimos testigos de la presencia de variadas orquestas salseras caraqueñas que daban ritmo y saoco pal´bailador en nuestra propia comunidad como la Orquesta “Pelinkere” por mencionar alguna que sigue vigente. Quienes nos criamos y vivimos por años en el barrio, no podíamos escapar de aprender un paso de baile, de acercarnos a ejecutar algún instrumento asociado a la salsa o de escuchar en las esquinas del barrio los coros que cada quien interpretaba a su manera de temas íconos de la conocida Fania, en especial aquella armada como “all star” por los años ´70.
No había que ser un experto en música para conocer e identificar los ritmos bailables que venían de Puerto Rico, Nueva York y poco a poco en el tiempo de diferentes países del Caribe y Venezuela no escapaba de ello. Se conocían antecedentes de orquestas bailables como la salsa de Federico y su Combo, Los Dementes y otras que marcaron una pauta y que después también vendrían sucesos como la Dimensión Latina con su sonido particular y voces exitosas de Wladimir Lozano y Oscar d´León haciendo llave, el Sexteto Juventud de Carlos Quintana “Tabaco”, que marcaba algunas influencias de ritmos “bogaloo“ o del sonido metálico, el Grupo Mango con Moisés Daubaterre “Ajoporro” en un toque especial al piano y la esencia de su vibráfono, la calidad del Trabuco Venezolano, la aparición de muchas orquestas como La Crítica con su tema “se necesita un rumbero” en la voz de Oscar d´León quien se enfilaba aquellos días a ser solista e ícono salsero de Venezuela conocido como “el sonero del mundo”.
Los muchachos del barrio fuimos creciendo con toda aquella influencia, de Llorarás, La Cárcel, La Música, Imágenes Latinas, Mi Negrita me espera, Rumbón Melón, Sonido Bestial, Mi gente, Pedro Navaja y una larguísima lista de canciones en el repertorio sempiterno y permanente en nuestros recuerdos. Al llegar al adolescencia e inspirados en programas de Enrique Bolívar Naves, Rafael Rivas “El Tigre” o en Radio Aeropuerto como la “Hora en Concierto” con Héctor Castillo (años después en VTV), comenzamos a organizarnos para reunir los 50 bolívares que costaba por aquellos días asistir a un concierto en el Poliedro con Los Hermanos Lebrón, Angel Canales, Son 14, Ismael Rivera, Andy Montañez, Orquesta La Inmensidad, El Gran Combo de Puerto Rico o en algunos casos, quienes reunían un poquito más de dinero para ver a la Fania con Celia Cruz, Ismael Miranda, Cheo Feliciano, Héctor Lavoe, Rubén Blades, Willie Colón y de Venezuela casi siempre Oscar d´León.
La salsa nos atrapaba de tal manera, que luego el baile pasó a ser la competencia y modo de vida de algunos, sobrevivencia y hasta la mejor vía para levantarse y enamorar a las muchachas más lindas del barrio. Quien tenía la posibilidad de adquirir su LP (long play o disco de larga duración) de algún tema que sonara y estuviera en el tapete de moda pues también tomaba ventaja y podía colocarlo a todo volumen en el “picó” de su casa y en aquello llamado “tres en uno” en el que algunos nos defendíamos y nos colábamos grabando el cassette variado para lucirnos con el grabador al estilo “Casanova” y, de eso modo, también impactar estratégicamente a las muchachas con nuestra salsitas de moda.
Luego con las llamadas minitecas fueron apareciendo de acuerdo a las vestimentas o estilos de baile los llamados “maicetones”, “changueis” y los típicos arroceros que aparecían a las fiestas sin ser invitados. Todavía era la época de la llamada salsa brava, de descargas a lo “Cuero na´más” de José Mangual Jr., “Timbalero” de la Sonera Ponceña y sería el momento casi cercano de aparición del merengue como boom y luego la llamada salsa erótica, en ambos casos enganchados por las letras de corte romántico.
Los salseros duros del barrio se sintieron como “huérfanos por un tiempo”, en muchos casos negados a escuchar la nueva salsa que hacía aparición con Noche Caliente, Chaney, Eddie Santiago y todos aquellos cantantes que de algún modo marcaron huella. Era el merengue quien más sonaba en los años finales de los `80 y comienzo de los ´90 con Wilfrido Vargas y Fernandito Villalona a la cabeza, luego se incorporaron ritmos combinados y mayor sonido tecnológico en la música, algunos merengueros como Alex Bueno aportaron lo suyo para la salsa con temas tipo “Jardín Prohibido”. La moda iba cambiando y el estilo de fiestas en el barrio también, aunque los salseros duros nos negábamos a dejar nuestra música.
Se hizo un intento en Caracas con el Festival de la Salsa de los Barrios y surgieron grupos como La Recopilación con “Mi Barrio” o La Quinta Galaxia con “Definir”, del exterior el propio Rubén Blades cambiaba su sonido con “Seis del Solar”, Oscar d`León se reinventaba también en algunos cambios de sonido. En esos días vino la influencia del “breakdance”, que marcó más en el vestir que en su música tecnológica y sin variantes que aportar. Tiempo después, lo que llamamos el baile pa´los sordos surgió con el General y su tema del “Meneíto” y otros ritmos de fusión. La competencia e influencia musical comenzó a disgregar la cultura y encuentros en fiestas, eso dio pie a la formación de grupos y tendencias no solo en estilos de escuchar y disfrutar la música sino también en algunos casos modos de vida en el aspecto físico y con la triste incorporación a ciertos vicios.
La salsa erótica dejó de llamarse como tal, y posteriormente la denominaron romántica, aparecen entonces figuras como Jerry Rivera o Gilberto Santa Rosa que se convertía en salsa para niveles no solo del barrio sino que ingresaba a extractos sociales de mayor clase (por cierto, en la mayoría de los casos éramos los mismos pendejos que veníamos del barrio solo que con un nivel de crecimiento laboral y profesional). La salsa brava continuó con sus intentos de retornar, El Gran Combo de Puerto Rico, Dimensión Latina y otros grupos permanecieron en sus estilos o ritmos y muchos desaparecieron de la escena. El merengue al darse cuenta del resurgimiento de la salsa también se reinventó a otro “status” con Juan Luis Guerra y 4:40 a la cabeza. En Venezuela sonaban Naty y su orquesta, Hildemaro, Erick Franchesky, Mauricio Silva y otros tantos recientes como “Los Adolescentes” e incluso el ritmo infantil de “Salserín”, todos dieron un sonido distinto para aportar también en el tiempo a un legado.
Es sabido que el nombre de salsa nació en Venezuela, dicen que por el locutor Phidias Danilo Escalona, por ello, en retribución al ritmo que le dio vida a los barrios de nuestro país en los años ´70, `80 y ´90, en el presente, el cantautor y músico Mauricio Silva ha creado “El Legado de la Salsa Venezolana” con una recopilación de todo lo anteriormente comentado como recuerdo para los melómanos salseros no solo del barrio sino de aquellos que viajan por el mundo. En homenaje a la salsa venezolana, a través de esta propuesta podremos presenciar de nuevo a la Dimensión Latina, El Grupo Mango, Sexteto Juventud, Madera y un sinfín de artistas venezolanos dedicados a lo que llamamos salsa, esa misma que sonaba en mi barrio, donde yo nací…